Estilo





Muy admirado y maravilloso creador de imágenes extrañas y cómicas y de escenas singularmente descabelladas», según escribió en 1567 el viajero italiano Ludovico el Bosco puso su vena satírica al servicio de un discurso moral asentado en la doctrina tradicional de la Iglesia católica, con frecuentes alusiones al pecado, la transitoriedad de la vida y la locura del hombre que no sigue el ejemplo de los santos en su «imitación de Cristo», tal como enseñaban los Hermanos de la Vida Común, muy influyentes en el entorno del Bosco, sin que ello implique una traslación a imágenes de los textos de Geert Grote o Tomás de Kempis. La pintura del Bosco se inscribe ambiguamente en la tradición flamenca de la que al mismo tiempo se aparta sutilmente en imaginería y técnica. Ya Karel van Mander, fascinado con su pintura, observó que utilizaba capas de pintura tan finas que a menudo dejaba que se viesen los fondos. En algunos aspectos su técnica carecía del refinamiento propio de los primitivos holandeses. Pero esa nueva técnica, que por otra parte no era exclusiva del Bosco, permitía al pintor trabajar más rápido, al secarse antes las finas capas de color, y con menor coste. Sobre una preparación a base de blanco de creta aplicada sobre el soporte, el Bosco dibujaba a pincel y con un material oscuro, con algo de carbón en su composición. La reflectografía infrarroja permite estudiar el dibujo subyacente que, a grandes rasgos, puede agruparse en dos tipos. El primer grupo lo forman obras que parten de dibujos esquemáticos y sin apenas modelado, en los que únicamente se señalan las líneas principales y los plegados de las vestimentas. En ellos los cambios sobre la idea inicial se hacen en la fase de aplicación del color, de lo que es ejemplo el San Juan Evangelista en Patmos de Berlín. Un segundo grupo, menos numeroso, al que pertenecen las tablas del desmantelado tríptico del Camino de la vida (La nave de los necios de París, la Alegoría de la intemperancia de New Haven, La Muerte y el avaro de Washington y el Vendedor ambulante de Róterdam) y la Mesa de los pecados capitales (Museo del Prado), presentan un dibujo más acabado, modelado con trazos largos y en algunas zonas paralelos. Tras el dibujo, alguna vez ejecutado en varias fases, la aplicación del color la llevaba a cabo en capas muy finas y a menudo tan solo una. Por fin, con toques precisos y un pincel fino destacaba detalles y realces de luz. La principal novedad de la pintura del Bosco, el «camino nuevo» que, según fray José de Sigüenza, habría elegido hacer, radica en la utilización de elementos burlescos y jocosos, «poniendo en medio de aquellas burlas muchos primores y extrañezas». No obstante, ni la introducción de conceptos morales por medio de la sátira ni la creación de imágenes fantásticas constituían verdaderamente novedades absolutas. Se han señalado algunas fuentes icónicas en grabados y drôleries para explicar detalles menores de sus figuraciones. Alguna de esas fuentes iconográficas puede ser la empleada para la jirafa que aparece en el panel del Paraíso del Jardín de la delicias (Museo del Prado), tomada del mismo prototipo que sirvió para ilustrar el manuscrito italiano del viaje a Egipto de Ciriaco de Ancona redactado en 1443. También en el Jardín de las delicias se ha advertido la presencia, tras la figura de Adán, de un drago canario, que el Bosco podría haber tomado de un grabado de la Huida a Egipto de Martin Schongauer; además, en la figura monocroma de Dios Padre pintado en las puertas exteriores del mismo tríptico, se ha visto la posible influencia de una xilografía de Michael Wolgemut para el Liber chronicarum de Hartmann Schedel editado en Núremberg en 1493, lo que establecería un término post quem para su pintura. La datación por dendrocronología de la tabla, sin embargo, permitiría retrasar esa fecha a 1480 o aún antes, haciendo del tríptico del Jardín una de las obras más tempranas del Bosco, cuando tradicionalmente se había creído, al contrario, de su última época, lo que ilustra las enormes dificultades que surgen cuando se trata de ordenar la obra bosquiana cronológicamente. En resumen, la originalidad radical del Bosco estriba no tanto en la creación de imágenes fantásticas cuanto en haber recogido una tradición propia de las artes marginales para aplicarla a la pintura sobre tabla, propia de los retablos. El interés por el paisaje es también una característica común a toda su producción, como lo es de Jan van Eyck. Puede ponerlo de manifiesto una obra como la Adoración de los Magos del Metropolitan Museum of Art de Nueva York. Concordantemente datada hacia 1475, entre los primeros trabajos del pintor, la tabla fue tachada por Charles de Tolnay de pastiche precisamente por encontrar incoherente la abundancia de oros y el encaje de las arcaicas figuras en un paisaje de concepción muy moderna, propia de la etapa más avanzada. Es esa importancia del paisaje en la obra del Bosco lo que ha llevado a Bernard Vermet a proponer una ordenación cronológica de la producción bosquiana atendiendo a su evolución. En los extremos se situarían, por una parte, el paisaje «plano, sin perspectiva» y con «tópicos arbolitos» del Jardín de las delicias y, por la otra, los «primorosamente modernos» paisajes del Carro de heno (Museo del Prado) y La tentación de san Antonio del Museu Nacional de Arte Antiga de Lisboa. Considerando la modernidad del paisaje —y la concepción renacentista de la pata de la mesa— la Extracción de la piedra de la locura tampoco podría colocarse entre las obras primerizas del pintor, como habitualmente se ha considerado, aunque, como también admite Vermet, llevar la pintura del Jardín de la delicias a una fecha temprana, en torno a 1480, equivale a suponer una notable precocidad en el pintor. Un protagonismo destacado tiene el paisaje en Las tentaciones de san Antonio Abad del Museo del Prado, que parece haber sufrido algunos cambios desde su concepción original, cuando las copas de los árboles eran menos frondosas y el cielo tenía mayor desarrollo. La elevación de la línea del horizonte empequeñece la figura del santo y anticipa lo que algunos años más tarde haría Joachim Patinir. La datación por dendrocronología de la tabla indica, con todo, que pudo ser utilizada ya en 1464, como las tablas del Jardín de las delicias, y la técnica pictórica a base de capas de color muy ligeras es la propia del Bosco, aunque su autografía haya sido cuestionada.

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